miércoles, 9 de marzo de 2011

El caso de Janis Joplin


El caso de Janis Joplin es, desgraciadamente demasiado conocido y habitual. No quiero discutir su talento, sino que las drogas apagaron su llama demasiado pronto, como en el caso de Kurt Cobain.

Nacida en 1943 en Texas, a los 16 años empezó a mostrar interés por la música, comenzando a cantar a los 17. Comenzó cantando en bares, donde se ganó la reputación de bebedora. Su salto a la fama comenzó en 1963, pero también su salto al infierno, ya que coqueteó con la droga.

En 1966 se unió a la banda Big Brother and the Holding Company, y con ella alcanzó el éxito, tanto que, debido a su protagonismo, apenas dos años después dejó el grupo. En este período publicó su primer disco, del mismo nombre del grupo. Cabe destacar que el grupo fue contratado por el productor de Bob Dylan, Albert Grossman.

En 1969 se unió a Kozmic Blues Band, publicando su segundo disco, "I got dem of Kozmic Blues Again Mama", pero fue bastante criticado debido a que sonaba diferente. Posteriormente, estuvieron de gira por Europa, pero por la presión se enganchó a la heroína. Precisamente por ello se convirtió en un símbolo de fuerza y rebeldía para las mujeres de la época.

Debido a diferencias con la banda y las drogas, Joplin se separó. Grossman le ofreció la banda "Full Tilt Boogie Band". En ese momento dejó la heroína aunque no el alcohol. El 4 de Octubre de 1970 salió a tomar unas copas con sus compañeros de banda, ya en Los Ángeles, donde estaba grabando su tercer disco, Pearl. Finalmente, murió por una sobredosis de heroína, y su muerte se dictaminó a la 1:40 de la madrugada, siendo encontrado el cadáver 18 horas después.

Su muerte conmocionó a sus compañeros, que creían que había superado su adicción. Los medios de comunicación "taparon" la muerte de Joplin, como han hecho en otros casos, como el de Jimi Hendrix. A día de hoy, su muerte sigue siendo un misterio

Al poco tiempo de su fallecimiento, el disco Pearl salió a la venta, siendo un éxito.

Se concluye este artículo diciendo que Janis Joplin merece ser más recordada de lo que es, ya que su valía es incuestionable y ha servido de inspiración no solo para los músicos posteriores, sino también para las mujeres, que vieron en ella un símbolo de lucha y de que no hay que rendirse y disfrutar de la vida. De que no se consigue algo si no te lo propones.

Como apunte final, se han hecho varias películas y documentales sobre ella, como "La Rosa", "Janis y John" o "Burled Alive in the Black", un tributo a ella de vocalistas de metal.

Daniel López Herranz.

lunes, 7 de marzo de 2011

Jonestown, el mayor suicidio en masa de la historia moderna

“El gran edificio central estaba rodeado de colores brillantes. Parecía un aparcamiento lleno de coches. Cuando el avión descendió, los coches resultaron ser cuerpos. Montones y montones de cuerpos –cientos de cuerpos- llevando vestidos rojos, camisetas azules, blusas verdes, pantalones rosas, pichis infantiles moteados.

Parejas con sus brazos enlazados, niños abrazando a sus padres. Nada se movía. La ropa mojada colgaba de los tendederos.

Los campos habían sido arados hace poco. Las bananeras y las vides estaban floreciendo. Pero nada se movía.”

David Hume Kennerly / Getty

Es lo que escribió el reportero de la revista TIME Donald Neff al llegar a Jonestown, días después de que tuviera lugar allí el suicidio masivo más grande de la historia moderna. El 18 de Noviembre de 1978, 900 seguidores de la secta del People’s Temple se suicidaron ingiriendo una mezcla de valiúm, cianuro y Flavor Aid, una bebida refrescante. Lo que fue concevido como un lugar de retiro, alejado de las cosas malas del mundo moderno, se convirtió de pronto en una pesadilla. ¿Qué hizo posible semejante horror?

Jonestown era el nombre de la colonia fundada por los acólitos del People’s Temple, una secta cuya ideología y creencias eran, sobre todo, anticapitalistas y comunistas, con ciertos toques de cristianismo. Su creación fue fruto de la mente de un solo hombre, el reverendo Jim Jones, que fundó la secta del People’s Temple en Estados Unidos en los años 50. Pocos años después de su fundación empezaron a surgir acusaciones contra su “organización” por extorsiones, maltratos o explotación de sus seguidores, acusaciones promovidas principalmente por familiares de los acólitos de Jones. En 1977 Jones decidió abandonar los Estados Unidos, pues se sentía perseguido por la sociedad capitalista, y fue a parar a Guyana, donde compró una finca al Gobierno en medio de la selva.

Allí, Jones se estableció con 900 de sus fieles el que para él sería un “paraíso en la Tierra”, la colonia de Jonestown. Desde el primer momento se dedicó a aumentar el estado de paranoia y miedo constante en el que ya vivían sus seguidores, advirtiéndoles sobre la llegada del Apocalipsis, es decir, de una conspiración del poder capitalista que destruiría la comunidad de Jonestown. Uno de los métodos que usaba Jim Jones para representar la inminencia del Apocalipsis eran las llamadas “White Nights”, en las que instigaba a sus acólitos a cometer un “suicidio revolucionario”.

El demonio capitalista llegó en la forma de Leo Ryan, un congresista californiano que encabezó una delegación a Jonestown alarmado por las historias que le contaban algunos familiares de los seguidores de Jim Jones. El reverendo se esforzó en dar una cálida bienvenida a sus invitados para convencerles de las bondades de la colonia del People’s Temple. “La gente aquí es feliz por primera vez en su vida”, dijo Jones a los periodistas que acompañaban al congresista Ryan. Sin embargo, algunas personas manifestaron en privado su deseo de abandonar el templo, y ante la perspectiva de perder a sus seguidores, Jones enloqueció. Cuando la delegación se disponía a subir en la avioneta para volver a Estados Unidos, con los desertores incluidos, un grupo de fanáticos de Jones les ametralló, matando al congresista Ryan y a cuatro miembros de su delegaciones, principalmente periodistas. 

En este cubo metálico se preparó la letal poción.


Al mismo tiempo, el horror tenía lugar en la colonia. Jim Jones convocó a toda la congregación en Asamblea para anunciar que el momento del “suicido revolucionario” había llegado. Mientras se preparaba la letal poción, Jones presionaba a sus fieles para que tomaran la poción y les hablaba de los terribles castigos que sufrirían aquellos que intentasen huir. Estos terribles momentos están grabados en la llamada “Cinta de la muerte (Death Tape)”, uno de los documentos sonoros más perturbadores del siglo XX. Poco a poco, todos los miembros del People’s Temple fueron tomando el veneno. Odell Rhodes, una superviviente de la masacre, vio como la gente, sedada después de tomar el veneno (que contenía tranquilizantes), se dejaba caer en cualquier lugar esperando la muerte, que no tardaba más de cinco minutos en llegar. Las familias morían juntas, abrazadas durante ese último ritual sobre la Tierra.

El suceso conmocionó a la sociedad americana, y llamó la atención sobre el peligro que podían  suponer este tipo de sectas, tan numerosas en Estados Unidos.
Muchos no consideran que lo ocurrido en Jonestown fuese un suicidio en masa, sino más bien un asesinato en masa, pues como ya he explicado aquellas personas fueron presionadas para quitarse la vida, al menos en parte. Sin embargo, no se puede negar que muchos de ellos lo hicieron por propia voluntad. ¿Por qué? Todo son conjeturas, teorías. La verdad, enterrada en el corazón de la selva de Guyana, no la conoceremos nunca.

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Recomiendo la lectura del artículo de TIME "Culto de la muerte: la pesadilla de Jonestown", publicado en el número de la revista de Diciembre de 1978.

jueves, 3 de marzo de 2011

Et in sempiternum pereant




Jamás sería reconocido como Doctor, y nunca lo fue. Nadie con ese titulo llegó a tumbar en el panorama de la comunicación norteamericana tantas barreras de la práctica periodística de forma tan salvaje, excéntrica e inútil como Hunter S. Thompson. Más allá de su tibia juventud que comenzó en julio de 1937, despuntó un hombre interesado en la cultura y sus formas de expresión de un continente por el que demostró una atracción natural, en especial reflejada en sus primeros movimientos y trabajos como estudiante y periodista –en 1953, con 16 años, pasó a pertenecer a una importante asociación literaria americana, la Athenaeum Literary Association, que parió, entre otros, al primer editor de Rolling Stone-.
Tras una condena de 60 días ese mismo año por un delito menor en Kentucky, Hunter flirteó brevemente con el sacrosanto ejército de los EE.UU. Apenas dos o tres años después de recibir su entrenamiento básico, sus aspiraciones a piloto militar desembocaron en una época de primeros contactos con el periodismo escrito. En las idas y venidas administrativas del personal militar fue destinado a Florida, donde trabajó como editor de deportes en el periódico de una base. Alrededor de 1958 se trasladó a la Costa Este, al Nueva York de los 50, la gran loncha luminosa. Durante esta época trabajó para Time como chico de las copias mientras empapaba su mente de la esencia literaria Beat que bañaba todavía la Costa Este. Alen Ginsberg, Jack Kerouac, y el creador de Tarzán de los Monos se convirtieron en sus guías de actualidad espiritual mientras se inflaba a copiar las grandes obras de los iconos de la Generación Perdida. ¿Dónde comenzaba su amor por EE.UU. y su incipiente excentricidad? John Dos Passos, Hemingway, Fitzgerald, Anderson, Tennesse Williams…aquel estudio debía despedir un olor acre, las yemas tostadas de un estadounidense impredecible y patriótico que replicaba literatura nacional a todo trapo.
Su proverbial irritabilidad le llevó a ser despedido de Times en 1959, y, antes del término de ese año, otros incidentes laborales basados en su carácter le catapultaron más allá de lo que hasta entonces habían sido sus fronteras, a San Juan (Puerto Rico). En aquel pedrusco trabajo como colaborador y editor de dos periódicos locales. Es en esta época exótica de su vida cuando se fecha la creación de su novela “El diario del ron”, inspirada en sus experiencias en Puerto Rico (inédita hasta 1998). Aquí escribió también pequeños relatos sin éxito ni reconocimiento posterior.
El tour por su amado continente no se quedó en el Big Sur y el gran mordisco del Caribe. Entre 1961 y 1963, Thompson viajó dejando un rastro de contribuciones en periódicos tanto nativos –en Brasil- como nacionales –fue corresponsal en Rio de Janeiro para el National Observer durante un breve periodo de tiempo-. En 1963 volvió casado a EE.UU. y continuó trabajando en el National Observer hasta que en 1965 -el mismo año del nacimiento de su único hijo, Juan Fitzgerald Thompson- Hunter se traslada a San Francisco. Este cambio sustituyó la calma intelectual de Nueva York por los primeros jugueteos serios del periodista con las drogas. Al otro lado de los EE.UU, la gran exportadora de saxofonistas bullía en los albores del movimiento hippie. Los grandes arquitectos de la ola lisérgica tomaban posiciones, y mientras los gurús de la contracultura como Tim Leary y Ken Kesey robaban miles de dosis de LSD de laboratorios de química universitarios y centros de investigación privados, Hunter acometió sus primeros delirios creativos con narcóticos de alta potencia. La adicción virtual a la mescalina, el LSD, la cocaína, la marihuana y los narcóticos legales de farmacia se convirtieron en un ritual necesario para Hunter en su creación literaria. Los revolcones desorientados en moquetas de hoteles y los desayunos con ron miel y marihuana se convirtieron en su filosofía de trabajo. A esta época (1965-1970), pertenecen sus relatos más estridentes y su arriesgada crónica sobre las bandas de motoristas en California: Los Ángeles del Infierno, una extraña y terrible saga, una de sus grandes obras.
Con el cambio de década y la vuelta resacosa a una América que cargaba los pulmones con nuevo conservadurismo, llegaron las grandes obras literarias de Hunter y su titulo de Doctor Gonzo. Este pseudónimo fue el resultado de un capricho personal por el título de Doctor y la fascinación que su método de trabajo despertó en un periodista que se cruzó en el camino de Thompson por 1968: Bill Cardoso. Y así nació la idea del periodismo Gonzo: subjetividad próxima y agobiante hacía los hechos, buena retórica y precisión de un periodista avezado y entregas fuera de plazo en hojas de bloc arrancadas a todo correr. Rojo de rabia hacia el país que tanto amaba, buscando un refugio lejos del infierno Nixon, las revueltas universitarias, la violencia racista de la policía de California y la Guerra de Vietnam, en 1971 Thompson viajó a Las Vegas cargado de estupefacientes acompañado por un abogado y escritor chicano llamado Oscar Zeta Acosta. Por entonces, Thompson colaboraba para la revista Sports Illustrated, y un breve reportaje fotográfico sobre una carrera de motos en el desierto de Nevada fue pretexto suficiente para escapar de la presión de Los Angeles, donde entonces residía. Aquella aventura tal vez fue la expresión más sórdida y sonada del periodismo Gonzo, en parte gracias a su doble publicación en la revista Rolling Stone.
Su periodismo político más ácido paso con la década de los setenta, la pesadilla de Vietnam y el caso Watergate. El ala política más conservadora de EE.UU hacia costra de Oeste a Este, revitalizada tras la ola hippie. La década de los ochenta desdibujó definitivamente la famosa personalidad de Hunter S. Thompson. Su escritura se centró en las colaboraciones esporádicas y los relatos rabiosos que ya acostumbraba a publicar. Uno de los pocos volúmenes de valor de esta época fue la antología de relatos y reportajes “La gran caza del tiburón”. Publicada en 1979, es la primera obra en la que el autor juguetea con la idea del suicidio. La nueva realidad norteamericana adquirió tonalidades extrañas para alguién que todavía podía discernir que Era Alguién en el pasado reciente de su país. Las colaboraciones como mero invitado en radio y televisión siguiendo la estela rígida de los grandes acontecimientos de actualidad aderezaron su última época, con un pie en el cuarto de los trastos viejos del periodismo. Algo nuca será motivo de duda: incluso en sus últimas apariciones públicas, demostró siempre su aprecio impertérrito por su país, las drogas y las armas. Su tercer gran amor le costó el divircio con la vida. En febrero de 2005 Thompson se colgó para siempre el pase de prensa de un disparo a la cabeza. El eco del arma de fuego  sería breve en su casa de Colorado, pero su hijo Juan pronto lo comunicó a los medios en un breve comunicado familiar. No hubo carta de suicidio, solo una nota escrita días antes llena de ánimos: “Relax…this won´t hurt”.
Alejandro Corral

martes, 1 de marzo de 2011

La ventana de Francesca Woodman

“Las cosas parecen extrañas porque mis fotos dependen de mi estado emocional… Se que eso es verdad y he reflexionado sobre ello mucho tiempo. En cierto modo, me hace sentir muy bien, mucho.

El 19 de enero de 1981, Francesca Woodman se suicidó tirándose por la ventana de su loft en el Lower East Side neoyorkino. Murió con 22 años y dejándonos un legado de 800 negativos, desde ese mismo momento nacería la leyenda de una artista que ha sido comparada con Rimbaud y seguida por toda una corriente de fotógrafos entusiasmados con todo lo plasmado en su obra.

Las razones del suicidio son pura especulación, pero entender su trabajo a través del suicidio es algo de fácil comprensión. Para poder entender a esta joven fotógrafa, os dejo la carta que dejó a un amigo de la escuela antes de suicidarse:

“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”.

Adentrándonos en el corazón de las fotografías, descubrimos la elección por unos lugares o estancias llenas de inquietud y siniestralidad (fábricas abandonadas, habitaciones vacías, decorados caóticos y desarmados, paredes descascaradas…). A esto hay que añadirle la entrega de la propia Woodman, ya que en casi todos sus negativos posa ella misma y en casi todos muestra su cuerpo desnudo. En blanco y negro y con un formato pequeño, su obra está impregnada de debilidad, fugacidad, melancolía, soledad… llegando a representar con su cuerpo una apariencia fantasmal ¿Su obra fotográfica es un adelanto de su posterior suicidio?

A pesar de su juventud, Woodman representa problemas que nos afectan a todos: ¿Cómo nos relacionamos con el otro? ¿Cómo nos percibimos? ¿Cómo somos capaces de habitar en este mundo?

Cualquier respuesta es valida. Lo bueno de Francesca es que nos invita a reflexionar sobre temas oscuros y tortuosos que muchas veces se esconden o son tabúes en la vida de una persona. Con esta pequeña reflexión os invito a ver un video, donde se muestra parte de su legado fotográfico, espero que os guste y que os haga reflexionar sobre ciertas cosas.



lunes, 21 de febrero de 2011

Kurt Cobain: el lider y alma de Nirvana


27 años. 27 años tenía Kurt Cobain cuando fue encontrado muerto en su casa de Seattle el 8 de Abril de 1994. A día de hoy, cuando se van a cumplir 17 años de su trágica desaparición, no se sabe a ciencia cierta las causas del suceso. Algunos dicen que fue un suicidio, debido a que Cobain tenía problemas con las drogas, especialmente con la heroína, siendo ésta la hipótesis más probable. Otros mantienen que fue un intento de asesinato. A pesar de todo, lo único cierto hoy día, es que aún no se sabe como murió Kurt Cobain, siendo la hipótesis más probable la del suicidio, ya que se le encontró una bala en la cabeza.


La muerte del músico, desgraciadamente, no es el primer artista que muere de forma prematura, aunque su caso es todavía más extremo, debido a que era muy joven. Se unió de este modo a otros grandes como Jimi Hendrix o Elvis Presley, el "Rey del Rock". Hendrix y Presley murieron prematuramente, el primero a los 28 y el segundo a los 42. Los tres tienen en común el consumo de drogas, que provocaron el degeneramiento y los problemas de salud que llevaron finalmente a sus fallecimientos prematuros.


Los casos de Hendrix y Elvis y su comparación con Cobain, nos llevan a una conclusión: pocos dudan de sucapacidad artística y de que fue muy grande y ha servido de inspiración para muchos, para lo bueno y para lo malo. La conclusión sobre esto es que su muerte, y con más motivo cuando aún le quedaban muchos años en la música, ha engrandecido su mito, más de lo que debería, por la añoranza que su legión de fans, sus millones de fans, tenían por él.


Se puede resumir esta entrada en que Cobain fue uno de los cantantes más grandes que jamás han existido, pero que su trágico fallecimiento ha encumbrado en un lugar aún más alto de lo que debía. Esto nos enseña que hay que disfrutar de la vida, que se pasa volando, pero con moderación. Esto es una opinión personal mía, y dejo este artículo para la reflexión.
Daniel López Herranz